Hay días en los que las cosas no salen como pensabas.
Días en los que una alerta amarilla por viento,
se convierte durante la noche en alerta naranja.
Días en los que toca plegar velas, para no salir volando.
En los que toca ver las cumbres desde abajo.
Y aún así, también se disfrutan.
A veces pasan cosas como estas, que el otoño y el invierno se den la mano.
No suele ser habitual, y seguramente no es deseable, pero pasan.
Y son momentos únicos.
Pocos placeres igualan al de sentarse a contemplar una puesta de sol en el mar.
Y en eso Galicia tiene título cum laude.
(De los días de desconexión por O Grove).
Lugares a los que siempre presta volver.
A veces solo hay que cambiar el enfoque,
para que lo de siempre, se vea diferente.
El sol se elevaba sobre la bahía,
iluminando un mundo que parecía contener la respiración,
pues la tormenta aún descargaba cerca y el aire era eléctrico.
Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos
y el horizonte se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine,
nunca, nuca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve, para caminar.
Ventana sobre la utopía
Eduardo Galeano
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