01 abril 2018

Libro recomendado: Estrellas en el Annapurna

Estrellas en el Annapurna
Simone Moro
Ediciones Desnivel
 
En "Estrellas en el Annapurna", el gran alpinista Simone Moro nos narra su expedición invernal de 1997 al Annapurna, pero sobre todo, nos habla acerca de su amistad con el gran escalador kazajo Anatoli Boukreev, quien junto con el cámara de altura Dimitri Sobolev, morirían precisamente durante una avalancha en esa expedición, en un accidente del que Simone salió milagrosamente con vida.

Simone comienza hablándonos de sus inicios en la montaña en Bergamo, en Italia y sus primeros contactos con el Himalaya, con una expedición al Everest en 1992, o su experiencia en el Fitz Roy en 1996. Precisamente sería en 1996 y durante una expedición al Shisha Pangma donde conocería por casualidad a Anatoli, el gigante de Kazajistán. El primer contacto con Anatoli no le deja indiferente y nos devuelve la imagen de un montañero con una fortaleza portentosa, pero sobre todo con una férrea voluntad, capaz de continuar escalando bajo la amenza de tormenta, cuando el resto de alpinistas ya se dado la vuelta, como el propio Simone vivió y nos narra en el libro.

Simone y Anatoli
De ese primer encuentro nacerá una gran amistad y varios proyectos que se concretan en la primavera de 1997 en el intento de unir el Lhotse y el Everest en una gran travesía. El proyecto se logra solo a medias, pues una vez coronado el Lhotse, la ventisca los obliga a renunciar al Everest. 

Por fin para finales de ese mismo año, 1997, ponen en marcha un nuevo proyecto, el intento de coronar el Annapurna en invierno. Las condiciones no serían las ideales en ningún momento. Para empezar, la acumulación de nieve es tal que el campamento base se tiene que instalar muy alejado de la pared del Annapurna. Las nevadas se suceden obligándolos a abrir huella en nieve profunda continuamente, mientras intentar abastecer los campamentos de altura que son una y otra vez enterrados por más nieve virgen. Sobre la marcha tienen que improvisar y cambiar la ruta de ataque pues las condiciones de la montaña hacen imposible la ruta inicialmente planeada. La nueva ruta pasará por el Annapurna Fang, debiendo recorrer después la larga arista que culmina en la cima principal. Tras un paréntesis de recuperación encaran el ataque final. Durante el mismo Simone debe escalar y equipar de primero una pared de 800 m que les lleve a la arista, en un punto próximo al Fang. Ya cerca de la misma se encuentra con una terrorífica cornisa que amenaza con venirse abajo en cualquier momento. 

La desgracia quiso que esa cornisa se rompiera en el preciso instante en que Anatoli y Dimitri ascendían tras los pasos de Simone. Era el dia de Navidad de 1997. La avalancha arranca literalmente a los tres montañeros de la montaña, dejando a Simone solo y herido, pero por una vez la fortuna le sonríe. La caída ha sido de 800 m pero lo ha dejado cerca de uno de sus campamentos de altura en el que pese a las heridas en sus manos y piernas, consigue reequiparse con lo mínimo imprescindible para acometer el interminable descenso que le ha de llevar al campo base, campo que por otro lado imagina vacío. Un nuevo golpe de suerte le recibe en el campo base, donde su cocinero Phurba ha permanecido pese a la soledad y al mal tiempo y junto al que se encuentra una escaladora a quien habían conocido días antes. El tiempo es precioso y la ayuda se organiza rápidamente. Pese a las trabas administrativas y al mal tiempo, un helicóptero alcanza el campo base y recoge a Simone trasladándolo a Katmandú donde intentarán salvar sus manos, seriamente dañadas durante la caída. 
Si bien el libro se centra en el desarrollo de la expedición al Annapurna, a lo largo del mismo Simone trata de hacernos llegar la imagen de Anatoli, la de un escalador nato, un montañero incansable, pero además una persona íntegra, honrada. 

Simone Moro
Anatoli había formado parte en 1996 de una de las expediciones comerciales que se vieron envueltas en la catástrofe en la que perdieron la vida ocho escaladores. De la misma, el periodista Jon Krakauer escribió el conocido libro “Mal de altura” en el que culpaba en parte a Anatoli del desastre. Por su parte Boukreev también publicó su propio libro “Everest 1996” en el que daba su versión. Yo, que he leído los dos – y a 8.000 m menos de altitud - , siempre me pareció que el ataque de Krakauer era gratuito, excesivo, y que la actitud de Anatoli no solo había sido correcta, sino que sirvió para salvar vidas. Es lo mismo que nos cuenta Simone Moro a lo largo de “Estrellas en el Annapurna”. La fortaleza de Anatoli, la férrea voluntad, la experiencia en alta montaña y su mente fría en momentos de peligro, hacían de él el compañero ideal, el que todos quisiéramos tener cuando las cosas se tuercen. Por desgracia, los futuros proyectos de Anatoli, así como los de Dimitri, se truncaron aquel día de Navidad de 1997. 

Saludos
Cienfuegos

4 comentarios:

  1. Intentaré leer este libro de Simone Moro.

    Sobre la actuación de Anatoli Boukreev en el Everest-96 difiero de tu opinión. Sobre esa expedición he leído el libro de Krakauer, el del Anatoli y el de Lene Gammelgaard (Hacia arriba). Los leí hace bastante tiempo y no los recuerdo bien, salvo el de Anatoli que lo he vuelto a leer hace un mes.

    Lo primero que se da uno cuenta es que Krakauer es un escritor montañero, mientras que el resto no son profesionales de la escritura (recordemos que el libro de Anatoli se lo escribe un periodista). Lo segundo, la edición que yo leí del libro de Anatoli tiene bastantes fallos de traducción (tendría que haber traductores montañeros), pero a pesar de ser un libro donde se intenta excusar a Anatoli de las acusaciones que realiza contra el Krakauer, no consigue hacerlo.

    Cuando una expedición comercial contrata un guía, no lo hace para que consiga alcanzar la cima (no es una expedición de amigos o colegas en la que su éxito depende de que alcancen la cima alguno de sus miembros). En las expediciones comerciales los que han de alcanzar la cima son los cliente, que para eso pagan cifras astronómicas, y los guías han de hacer un papel de asesoramiento.

    A leer Everest 96 (el libro de Anatoli) tuve en todo momento la sensación de que su autor lo único que perseguía era una nueva conquista para aumentar su lista, aparte de ganar un dinero muy respetable.

    Ayudó y salvo vidas? Si. Pero lo que cabría preguntarse es como se hubiera desarrollado la expedición si él hubiera actuado más como un experto, no subiendo y bajando a la carrera, actuando en el rescate con más celeridad y sobre todo; tomando el mando de la situación, cuando Scott (el dueño y jefe de la expedición) comenzó a relajarse y abandonar las medidas prudentes de seguridad.

    Jope Javi, menuda chapa.

    Saludos Cienfuegos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No se, oye. Tampoco quiero polemizar. Los leí hace mucho y me acuerdo de poco, pero si que la impresión que me dió fue esa. Desde luego el libro de Krakauer es mucho más ameno. Siempre digo lo mismo sobre los libros de montaña, que suelen ser un leño porque los escriben montañeros, ja, ja. Pero es verdad, un libro escrito por un periodista, siempre gana.

      Eliminar
  2. Olvidé comentarte si has leído Hacia rutas salvajes de Jon krakauer.

    Una novela (no ficción) sobre la aventura (con final trágico) de Chris McCandless, un joven americano que desea vivir la aventura de los viejos exploradores norteños.

    Un libro escrito al más puro estilo de Truman Capote en A sangre fría.

    Si no lo has leído, te lo recomiendo.

    Saludos de nuevo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, ese también l olei y de hecho está en la pequeña biblioteca del blog como recomendado. Muy guapo. Y la versión cinematográfica también me gusto en su día.

      Eliminar