Vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista.
Pablo Batalla Cueto
Trea Ensayos
"Dos montañismos coexisten hoy. El uno sigue buscando el desmayo maravilloso de los síndromes de Stendhal; desde la montaña disintiendo de la troika infame del relog, la velocidad y el consumo... El otro, muy en cambio, es funcional a aquella: un montañismo anhedónico de espantosos hombres útiles, eficientes, competitivos, militarizados, súbditos sumisos del reino de la cantidad... Y lo que es peor, el segundo va ganando terreno al primero".
Esa es la disyuntiva sobre la que bascula el libro de Pablo Batalla, la de un montañismo tradicional, colectivo y humanista que busca el goce de la naturaleza en la naturaleza por el simple disfrute de la misma, frente al montañismo del mundo runner, el de un deporte individual y alienado, ejercido en plena naturaleza pero de espaldas a ella, donde lo que prima es el individualismo y la búsqueda de superación personal, como fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos.
Sin duda el ensayo de Pablo Batalla no dejará indiferente a nadie. Estaremos totalmente en desacuerdo o mayormente de acuerdo, creo que resultará imposible asentir en todo y a todo, tal es la cantidad de temas y aspectos que toca, pero que plantea un debate muy interesante. El del traslado a una actividad lúdica, como es el montañismo, de todos los aspectos que imperan y moldean el mundo y la sociedad capitalista en que vivimos.
Si bien el libro se plantea sobre esa elección de montañismo colectivo y tradicional frente al montañismo individual y competitivo, Pablo da un repaso a todos los temas que de una manera más o menos directa tienen que ver con la montaña. No solo se trata de la vigencia en montaña del individualismo frente al colectivismo, que hoy más que nunca se ve en nuestra sociedad. Así, mientras surgen más y más carreras de montaña, mientras aumenta la aficción a la práctica del montañismo, asistimos a la lenta y aparentemente imparable desaparición de las grupos de montaña que languidecen como rémoras de otros tiempos.
La guerra entre el fast mountain, más rápido y más lejos, donde el que impera es el cronómetro y la inmediatez de las redes sociales; frente al slow mountain, aquel que busca la contemplación, el disfrute de la montaña. Algo que se ve reflejado en la comida: barritas energéticas y geles que ocupan lo mismo que el bocadillo de jamón de toda la vida. La utilización de un equipamiento técnico por montañeros amateurs para simples paseos, más propio de expediciones extremas en lejanas tierras. La obsolescencia programada en montaña, con calzado, ropa y accesorios de consumo rápido y sobre todo desechable. Y el engaño del greenwashing, la turbia publicidad verde de algunas pruebas deportivas, auténticos ríos de dinero, donde lo de menos es el cuidado por el entorno en el que se desarrollan.
El autor no deja títere con cabeza. Desde la comercialización de la montaña, como los trekkings que te permiten alcanzar el techo del mundo mietras sorteas cadáveres y basura. a las pruebas deportivas de ultra trails, con un oso como logo, pese al posible efecto negativo para su conservación.
Yo que nunca me he considerado un runner - pese a que de vez en cuando salga a correr por el monte, como forma de entrenamiento -, que me considero una persona comprometida con el medioambiente y que quiero creer que estoy más cerca de ese slow mountain que del fast mountain, no puedo dejar de verme reflejado en alguna de esas supuestas contradicciones, pese a que no llegue a considerarlas tales. Ya había dicho que creo que será imposible estar de acuerdo con todo lo que se debate en el libro.
Un libro que sin duda nos hará plantearnos nuestra propia relación con la montaña y nuestra escala de valores, que disfrutaremos u odiaremos, pero que, vuelvo a decir, no dejará indiferente.
La última parte cuenta con unos capítulos dedicados a vidas ejemplares, desde alguna de las primeras mujeres en montaña, primeros exploradores, o montañeros, así como valoraciones sobre el sexismo en montaña, como la impactante, para mi, historia de Rafaela Román vencedora femenina de la Ultra Trail Sierras del Baldolero en 2016, que cuando llegó a meta ya no había nadie esperándola ni siquiera para hacerle entrega de la correspondiente medalla. Estas vidas ejemplares se contraponen a los ejemplos de ese montañismo individualista y competitivo que Pablo encarna en dos figuras por las que parece sentir poco o ningún aprecio, Kilian Jornet y Josef Ajram.
Por el medio, salpican el libro algunos relatos más próximos a la novela que al ensayo, como recuerdos de momentos especialmente apreciados por el autor en montaña. Como el último, aquel con el que termina.
"El sol se había marchado por detrás del Tiatordos; y justo en aquel momento, liberada del sátrapa que la sojuzga durante el día, una agremiación de ventoleras incipiéntemente gélida vino a recordarnos, inscribiéndonosla en el rostro, la vecindad del invierno".
Un saludo
Cienfuegos
Sin duda el ensayo de Pablo Batalla no dejará indiferente a nadie. Estaremos totalmente en desacuerdo o mayormente de acuerdo, creo que resultará imposible asentir en todo y a todo, tal es la cantidad de temas y aspectos que toca, pero que plantea un debate muy interesante. El del traslado a una actividad lúdica, como es el montañismo, de todos los aspectos que imperan y moldean el mundo y la sociedad capitalista en que vivimos.
Si bien el libro se plantea sobre esa elección de montañismo colectivo y tradicional frente al montañismo individual y competitivo, Pablo da un repaso a todos los temas que de una manera más o menos directa tienen que ver con la montaña. No solo se trata de la vigencia en montaña del individualismo frente al colectivismo, que hoy más que nunca se ve en nuestra sociedad. Así, mientras surgen más y más carreras de montaña, mientras aumenta la aficción a la práctica del montañismo, asistimos a la lenta y aparentemente imparable desaparición de las grupos de montaña que languidecen como rémoras de otros tiempos.
La guerra entre el fast mountain, más rápido y más lejos, donde el que impera es el cronómetro y la inmediatez de las redes sociales; frente al slow mountain, aquel que busca la contemplación, el disfrute de la montaña. Algo que se ve reflejado en la comida: barritas energéticas y geles que ocupan lo mismo que el bocadillo de jamón de toda la vida. La utilización de un equipamiento técnico por montañeros amateurs para simples paseos, más propio de expediciones extremas en lejanas tierras. La obsolescencia programada en montaña, con calzado, ropa y accesorios de consumo rápido y sobre todo desechable. Y el engaño del greenwashing, la turbia publicidad verde de algunas pruebas deportivas, auténticos ríos de dinero, donde lo de menos es el cuidado por el entorno en el que se desarrollan.
El autor no deja títere con cabeza. Desde la comercialización de la montaña, como los trekkings que te permiten alcanzar el techo del mundo mietras sorteas cadáveres y basura. a las pruebas deportivas de ultra trails, con un oso como logo, pese al posible efecto negativo para su conservación.
Yo que nunca me he considerado un runner - pese a que de vez en cuando salga a correr por el monte, como forma de entrenamiento -, que me considero una persona comprometida con el medioambiente y que quiero creer que estoy más cerca de ese slow mountain que del fast mountain, no puedo dejar de verme reflejado en alguna de esas supuestas contradicciones, pese a que no llegue a considerarlas tales. Ya había dicho que creo que será imposible estar de acuerdo con todo lo que se debate en el libro.
Un libro que sin duda nos hará plantearnos nuestra propia relación con la montaña y nuestra escala de valores, que disfrutaremos u odiaremos, pero que, vuelvo a decir, no dejará indiferente.
La última parte cuenta con unos capítulos dedicados a vidas ejemplares, desde alguna de las primeras mujeres en montaña, primeros exploradores, o montañeros, así como valoraciones sobre el sexismo en montaña, como la impactante, para mi, historia de Rafaela Román vencedora femenina de la Ultra Trail Sierras del Baldolero en 2016, que cuando llegó a meta ya no había nadie esperándola ni siquiera para hacerle entrega de la correspondiente medalla. Estas vidas ejemplares se contraponen a los ejemplos de ese montañismo individualista y competitivo que Pablo encarna en dos figuras por las que parece sentir poco o ningún aprecio, Kilian Jornet y Josef Ajram.
Por el medio, salpican el libro algunos relatos más próximos a la novela que al ensayo, como recuerdos de momentos especialmente apreciados por el autor en montaña. Como el último, aquel con el que termina.
"El sol se había marchado por detrás del Tiatordos; y justo en aquel momento, liberada del sátrapa que la sojuzga durante el día, una agremiación de ventoleras incipiéntemente gélida vino a recordarnos, inscribiéndonosla en el rostro, la vecindad del invierno".
Un saludo
Cienfuegos
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