Otra de las rutas largamente preparadas pero indefinidamente pospuestas por la distancia desde Oviedo. Es lo que tiene el Far West asturiano. Sin embargo, por fin le llegaba el turno. El PR.AS-27 es un recorrido circular que permite atravesar y observar desde arriba el precioso desfiladero que forma el río Bustelín o Bustellín y su afluente el rego das Valías, pasando a su vez por varios núcleos ya abandonados y otros en los que apenas si vive gente: Riodeporcos, Bustelín, Penedela, Peneda y Busto. Un entorno de gran belleza natural y etnográfica, que merece la pena conocerse y disfrutarse y donde, si no queremos pegarnos la paliza de ir y volver en el día, podemos incluso hospedarnos en la estupenda casa rural de Riodeporcos.
DATOS DE LA RUTA
- Fecha: 28/06/2022
- Municipio: Ibias (Asturias)
- Inicio/Fin: Pasarela peatonal de Riodeporcos sobre el río Navia
- Distancia: 17,50 Km
- Desnivel máximo: 550 m
- Desnivel acumulado positivo: 970 m
- Tiempos: 5 y 3/4 horas
- Dificultad: Moderada. Se trata de un recorrido sencillo, si bien en algún punto hay que extremar las precauciones ya que la senda discurre al borde del barranco y algún tramo de la misma ya está muy deteriorado.
- Nota: Junio seguramente no fue el mejor mes para recorrer la senda al presentar zonas con la maleza muy alta. Tampoco es una ruta que recomiende si va a hacer mucho calor. En Ibias puede llegar a hacer realmente mucho calor y la zona alta es muy expuesta, sin apenas sombra y orientada al sur.
- Track: PR-AS-27-Desfiladero-de-Bustelin
En las cercanías del puente Boadil sobre el río Navia sale una carretera, casi una pista, que muere junto a la pasarela peatonal de acceso a Riodeporcos. Será nuestro punto de aparcamiento y de inicio de la ruta.
Cruzamos la pasarela sobre el Navia. Nada mas cruzarla, a la izquierda hay una fuente. Conviene no saltársela, pues es casi la única que veremos en todo el recorrido.
Subimos hasta las casas de Riodeporcos que nos sorprende como una preciosa y cuidada aldea, con algunas de sus caleyas cubiertas por un denso emparrado del que colgaban ya algunos incipientes racimos de uvas, que sin duda además de ofrecer un preciado caldo, regalarán una estupenda sombra en los días de calor, como el que nos iba a tocar.
Pasamos junto a su pequeña ermita y subimos hasta la última casa del pueblo, una preciosa casa rural en la que charlamos un rato con los propietarios, muy amables ellos, dándonos indicaciones de la ruta.
Atrás se queda Riodeporcos. La senda asciende alejándose del río - hay que dejar un ramal a la izquierda que baja hasta él - para ir internándose en el valle del Bustelín.
Senda muy marcada y evidente que se eleva sobre buenas armaduras. No olvidemos que no dejaba de ser el camino de comunicación habitual y casi único entre varios pueblos de este valle.
Alcanzamos las casas de Bustelín, o Bustelín, pueblo que nunca conoció la luz eléctrica o el carro ya que no había acceso rodado. Vemos lo poco que queda de él pues ya está completamente en ruinas. Además en esta época nos encontramos esta parte de la ruta con mucha maleza. Se ve que no es muy visitada y aunque la señalización es buena, la maleza invade buena parte del camino aquí.
La senda empieza a descender hacia el río. Una vista atrás a las casas de Bustelín, casi engullidas ya por el bosque.
El camino acaba por alcanzar el río que cruzamos por un rústico puente de madera. Ya en la margen derecha veremos un cruce. La senda forma un anillo desde este punto. Nosotros optamos por seguir las indicaciones de los dueños de la casa rural y tomamos a la derecha, en dirección a Penedela.
El tramo junto al río resulta precioso. Un bosque de ribera perfectamente conservado nos acompañará durante un buen rato.
Aunque poco a poco la senda vuelve a ganar altura para alejarse definitivamente del Bustelín, que a partir de este punto se encajona entre abruptas paredes.
Ya habremos dejado atrás una corra para recoger castañas y un poco más adelante pasaremos junto a un viejo cortín, el Cortín de la Capilla, que ayudaba a proteger las colmenas de los osos.
En la foto apenas se distingue, pero aquí el río va formando sucesivos meandros entre las rocosas laderas. Normal que la senda se aleje del fondo del valle, de difícil por no decir imposible, caminar.
Poco después pasaremos frente a una oquedad en la roca. Se trata de A Cova da Osa, aunque en realidad no es una cueva natural, sino los restos de una antiquísima mina de hierro.
La senda asciende hasta ganar un collado por el que cruza un crestón rocoso.
El lugar constituye una buena atalaya y allí hacemos una parada para picar algo, cuando ya veíamos al fondo las casas de Penedela, el próximo punto de paso.
La senda en esta parte va tallada en la roca y casi volada sobre el fondo del valle, en un tramo sin duda precioso y espectacular.
El río baja encajonado en una estrechísima hoz, con algún que otro regato afluente, descolgándose hasta él en forma de cascadas.
Penedela es otro pueblo abandonado, si bien no está enteramente en ruinas. Posee acceso rodado y alguna casa ha sido reformada recientemente, aún cuando no viva nadie ya de forma permanente. Parece haber una fuente en la parte baja, que nosotros no vimos.
Dejamos atrás la ermita de Penedela y salimos por la pista que le da servicio, debiendo ascender hacia Peneda que ya vemos en lo alto.
Peneda si está habitado. Además, al estar más alto y fuera de la zona más encajonada del valle, cuenta con extensas y buenas tierras de labor. Entre sus casas destaca un precioso hórreo teitado, aunque tan metido entre las casas de la quintana que apenas si pude robar una foto de su techumbre.
Como cada uno de estos pueblos, cuenta con su propia capilla.
Y al igual que Riodeporcos, también aquí parecen apreciar las parras, para hacer vino o para dar sombra.
Salimos de Peneda por otra buena pista, escoltados por lo que podría pasar por un precioso y cuidado seto de alguna casa de campo.
Atrás se quedan Peneda, arriba, y Castaosa, al fondo del valle.
En una cerrada curva a derechas de la pista la dejamos, para tomar la senda que sigue a la izquierda y que asciende a ganar una horcada en un nuevo crestón, que destaca por ser de negra pudinga.
La horcada nos saca del valle del río Bustelín para meternos en el del rego da Valía, con el pueblo de Busto ya al fondo.
Guapo también este tramo al pie de altas paredes de pudinga.
El valle del rego da Valía desciende hacia el del río Bustelín.
Alcanzamos Busto, otro pueblo abandonado. No todas sus casas están en ruinas pero ya no vive nadie en él. Damos una vuelta porque aquí nos habían dicho que podíamos tener fuente, pero no la encontramos.
Salimos de Busto por la margen derecha del rego da Valía, desde la que vemos el camino por el que acabamos de bajar hacia el pueblo por la ladera izquierda.
Muy guapa esta parte, previa a meternos en un bosque de pino, cuando el calor empezaba a apretar, ya que el día era caluroso y esta ladera mira al sur.
El pinar ayuda un tanto a hacer el descenso más cómodo, alternando zonas de sombra. La senda va a ir bajando hacia el fondo del valle, en el que identificamos su trazado que pasa a la margen izquierda.
El pinar cubre la parte alta del valle, pero a medida que nos aproximamos al rego da Valía el bosque autóctono recobra protagonismo
Vadeamos el rego da Valía (no hay puente ni falta que hace) y ascendemos unos metros por la ladera contraria.
El camino va a realizar un amplio giro a la izquierda, saliendo del valle del rego da Valía para volver al del río Bustelín, lo que permite una vista panorámica de la zona baja del valle, donde confluyen ambos ríos.
Volvemos a dar vista así a las casas de Bustelín, hasta las que habremos de volver a subir.
El camino desciende hacia el río Bustelín cerrado por largas murias, lo que nos viene a demostrar que en otros tiempos no todo esto era bosque, sino que aquí había fincas aterrazadas de labor. Duro terreno y dura vida, sin duda.
Alcanzamos de nuevo el puente sobre el río Bustelín, cerrando la circular. Ya solo quedaba regresar por el camino conocido, subiendo primero hacia las casas de Bustelín.
Entrábamos de nuevo en Riodeporcos, junto a la casa rural, a la hora en que el sol apretaba con más gana. Nosotros pararíamos a comer en unas mesas que hay a la sombra de unos buenos nogales, creo recordar que eran.
Y después a cruzar nuevamente la pasarela sobre el Navia.
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