Nochebuena
Fernando Silva dirige el hospital de niños de Managua.
En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.
Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.
Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
- Decile a… - susurró el niño – decile a alguien, que yo estoy aquí.
El libro de los abrazos
Eduardo Galeano
Una noche de tormentas
dió paso a una mañana de luz eléctrica, casi irreal.
Una mañana de sepias y amarillos
que sirvió para no dar el día por perdido
Atardeceres de Madeira.
De los de hacer afición.
De los de soltar el libro, posar la caña, dejar la conversación,
De los de soltar el libro, posar la caña, dejar la conversación,
y simplemente, disfrutar.
Madeira nos regaló mil y un postales.
De atardeceres, de acantilados, de bosques y playas.
Pero yo me quedo con las cascadas.
Sin duda no era la mejor época para verlas,
y aún así. Una gozada.
Cuando sientes verdadera pasión por algo,
disfrutas de igual manera descubriéndolo por ti mismo,
como mostrándoselos a tus compañeros.
Enésima vuelta a Peña Mea.
Llegaron de noche, amparados en la oscuridad.
Como ladrones. Como lo que eran. Como lo que son. Delincuentes.
Robaron. Mataron, Saquearon y vilipendiaron.
Arrasaron con todo y con todos sin importar las consecuencias.
Nada se ganaba allí y en cambio todo se perdía.
No les importó.
Quemaron mi bosque, mi monte, mi patio. Quemaron mi Naranco.
Y con cada nuevo paso que de por él, mentaré a la madre que los parió. Hideputas.
- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas...
- ¿Qué gigantes?
- Aquellos que allí ves, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
- Mire vuestra merced que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas...
- Bien parece que no estás cursado en esto de las aventuras. Ellos son gigantes y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
No soy yo de hacer propósitos de año nuevo.
Si acaso pediría más ilusiones y menos desengaños,
más sueños y menos pesadillas.
más risas y menos llantos.
Pediría imaginar, experimentar, aprender, disfrutar, compartir, ... vivir.
Pues empieza muy bien el año.
ResponderEliminarSaludos.
Ya sabes que las cosas no suelen ser como empiezan, si no como terminan. Deja a ver. De momento, cruzaremos los dedos. Un saludo
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